Ningún acontecimiento tiene una fuerza de gran magnitud que sea capaz de romper todas las estructuras sociales, ideológicas, económicas o culturales. Aunque este año, que fue marcado por la pandemia, ha parecido un acontecimiento extraordinario, lo cierto es que la humanidad ya había experimentado crisis sanitarias en otros tiempos donde las medidas de higiene y los avances en el conocimiento de las enfermedades tenían alcances diferentes.
Solo así será posible entender las dimensiones de la pandemia y sus efectos más allá de los números de enfermos y muertes. Hay mucha tela de dónde cortar: el cambio climático como un problema del nuevo siglo y sus vínculos con el desarrollo de nuevos virus, las tendencias de la pobreza y la desigualdad (antes, durante y después de la pandemia), la eficiencia científica y el desarrollo de la vacuna en uno de los momentos más delicados de los últimos tiempos, solo por mencionar algunos temas de interés.
Este año nos dejó mucho material para seguir comprendiendo la manera en que las sociedades se comportan. Como en otras ocasiones lo he referido, después de casi 10 meses de pandemia, hemos tenido oportunidad de reflexionar demasiados aspectos de nuestra vida cotidiana y, sobre todo, estas circunstancias nos han invitado a cuestionar no pocos de nuestros pensamientos y maneras de entender el mundo que dábamos por definitivas.