Convivir con el pasado

Estamos rodeados de vestigios de nuestro pasado, con los cuales convivimos sin saber inclusive que allí están.
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En una de sus conferencias el reconocido arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma comentó un diálogo que tuvo con el escritor Fernando Benítez, conocido, entre otras cosas, por su famoso libro titulado Viaje al centro de México, a propósito de los hallazgos de los basamentos del Templo Mayor en el año de 1978. Según Matos, Fernando Benítez le comentó que una vez que habían encontrado, aunque de manera fortuita, los restos del antiguo axis mundo, debían destruir los edificios realizados durante el periodo colonial con el propósito de que emergieran nuevamente las construcciones anteriores a la conquista europea.

Aunque proyectaba un deseo de muchos mexicanos que hoy, más de cuarenta años después, se preguntan lo mismo, Matos respondió en aquella ocasión que esta petición era inviable, no solo por lo costoso que sería realizar algo de tales dimensiones, sino porque ese no era el propósito de la historia. Evidentemente todo quedó allí, pero de manera también fortuita al paso de los años han ido apareciendo nuevos vestigios prehispánicos, desde altares tzompantli, ofrendas y esculturas de considerables dimensiones.

Esta semana se descubrieron unas ofrendas en un predio aledaño a la Plaza Garibaldi, en la Ciudad de México, que datan del primer siglo de la dominación española, es decir, entre 1521 y 1610. Según las arqueólogas encargadas de este proyecto de rescate, lo que se halló fueron una olla que contenía restos óseos en cenizas humanas y 13 sahumadores polícromos con dimensión de casi un metro de longitud, que fueron utilizados para quemar la resina. Algo similar ha sucedido en el pasado, por ejemplo, con el basamento dedicado al dios del viento Ehecatl, hallado durante los trabajos de construcción de la Línea 1 del Metro de la Ciudad de México a la altura de la estación Pino Suárez.

En 2006, el descubrimiento de la representación pétrea de Tlaltecuhtli durante los trabajos en la Casa de las Ajaracas, del Centro Histórico del entonces Distrito Federal develó el monolito mexica más grande descubierto hasta el momento. Una lista interminable de ejemplos podría seguir relatando, pero me parece que con esto es suficiente para advertir que estamos rodeados de vestigios de nuestro pasado, con los cuales convivimos sin saber inclusive que allí están. Hace unos días dio a conocer el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la información sobre los hallazgos arqueológicos realizados junto a la Plaza Garibaldi, y aunque no es necesario destruir la ciudad colonial para encontrar lo que hay debajo, poco a poco los testimonios del pasado continuarán emergiendo.

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