El fin del mundo ya ha durado mucho

¿Qué de lo que hacemos, a título personal y en comunidad, influye en un fin del mundo que parece no terminar?
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Decía José Emilio Pacheco: “El fin del mundo ya ha durado mucho y todo empeora, pero no se acaba”. Pienso que es un enunciado que bien puede sintetizar las impresiones de un importante sector poblacional en nuestro país. Al menos en esta semana hemos presenciado varios acontecimientos que hacen perder la sorpresa por más extraordinarios que parezcan. Los miles de contagios por la actual pandemia en la India, la represión de la autoridad a las protestas en Colombia o la tragedia de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México son los ejemplos más recientes. 

Tantas situaciones obligan a pensar que estamos viviendo una época inédita y que, quizás a manera de ironía, el mundo está llegando a su fin. Ciertamente, el mundo no habrá de terminar; sin embargo, sí pulula un ambiente de poco optimismo cuando parecen que las situaciones adversas están encaminadas a empeorar. Épocas como esta, de desilusión, hay muchas parecidas en la historia. Y si algo positivo se puede decir es que esta “racha” no durará siempre. 

En las sociedades modernas, y aún todavía en las contemporáneas, los peligros del mundo eran producto de la Providencia. Es decir, una entidad superior y perfecta definía los destinos de la Tierra según sus propios caprichos. A Dios debían celebrársele procesiones, hacerle peticiones u ofrecerle ofrendas para que, en función de la caridad de sus hijos, cesara los castigos que les cometía. Conforme avanzó el movimiento de la Ilustración, allá por el siglo XVIII, el ser humano se concibió como único autor de sus desgracias, pero también como el único capacitado de modificar su realidad a su beneficio.

Esa es quizás la carga que como humanidad arrastramos desde hace al menos tres siglos: la responsabilidad de nuestros actos, nos beneficien o no. Así que, una vez más, ante los acontecimientos recientes, es menester que como sociedad asumamos la participación que ejercemos en las circunstancias que actualmente padecemos. ¿Qué de lo que hacemos, a título personal y en comunidad, influye en un fin del mundo que parece no terminar?

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