El perdón de Benedicto

¿Qué falta para que la Iglesia católica transforme los perdones en acciones?
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Por enésima ocasión el papa emérito Benedicto XVI pidió perdón a las víctimas de abusos sexuales perpetrados por sacerdotes católicos después de la publicación de un informe de la Iglesia de Alemania que refiere la cantidad de casi 500 víctimas de abuso entre los años 1945 y 2019 en la arquidiócesis de Münich y Freising, cuando él fue el jerarca de dicho arzobispado y, posteriormente, jefe de la Iglesia. Esta no ha sido la primera vez que Benedicto pide se le perdone, ya lo había hecho primero en 2010, tres años antes del fin de su pontificado.

Como sucede con muchas prácticas culturales, los abusos sexuales por parte de clérigos, desafortunadamente, no son una novedad de los últimos tiempos. En los siglos XVI al XVIII que los presbíteros fueran acusados ante el tribunal de la Inquisición por solicitación, es decir, la petición de favores sexuales al tiempo que se impartía el sacramento de la confesión. También eran llamados ante el tribunal aquellos sacerdotes que vivían amancebados con mujeres o tenían tratos deshonestos con ellas.

Bajo la lógica de aquellas sociedades pretéritas, los juicios de este tenor contra eclesiásticos no eran para resarcir los perjuicios a las víctimas, sino por haber ultrajado aquellos la ortodoxia de los sacramentos y su investidura religiosa. Hoy los tiempos son diferentes y el Estado pone su atención prioritaria en la o el afectado (o al menos eso indica la ley). Pero como parece ser la regla, las acusaciones no prosperan y la Iglesia, a través de sus jerarcas, continúa pidiendo perdones de abusos que crecen conforme avanzan los años.

Acusados por silencio cómplice, Juan Pablo II y Benedicto XVI también se han tiznado al no ejercer acciones claras y profundas para poner ante la justicia a los eclesiásticos con acusaciones de abuso sexual o pederastia. Ello invalida todas las muestras de perdón y arrepentimiento como la más reciente del papa emérito.

Con todo ello, el primer paso para resolver un problema es aceptar que ese problema existe. ¿Qué falta para que la Iglesia católica transforme los perdones en acciones?

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