En esta ocasión, sí me lo permiten les contaré una historia personal.
Empezó un 15 de mayo del año 2006 y terminó el 16 de septiembre de 2021.
Es la historia de cuando conocí a Lola, mi cachorra, mi mejor amiga y una integrante de mi familia. Llegó una tarde lluviosa de mayo, era el cumpleaños de mi hermana menor, y era su regalo, una cachorra adoptada.
Cuando la conocí estaba flaca, y cansada. La habían esterilizado y aún convalecía.
Fue dramática desde el primer momento, aullaba y se colocaba debajo de una gotera, a pesar de que contaba con una cama caliente.
Conforme fue creciendo su amor incondicional nos enamoró a todos, su forma de brincar, de correr hacia ti cuando llegabas del trabajo, te hacía sentir la mejor persona de mundo.
¡Qué diablos ve Lola en mi que me ama tanto! Sus hermosos ojos cafés ¡ahhh cuánto me gustaba verme en ellos!
Su cumpleaños era festejado junto con la celebración de mi hermanita, así que siempre tenía mañanitas y guateque “pa largo”.
Pero un día enfermó… y el tiempo le pasó factura, pero aún así nunca me dejó, ni en mis infiernos más profundos.
Se estima que en México, existen más de 23 millones de perros, de los cuales 70% están en situación de calle. Lola, era una de ellas, fue hallada en el contenedor de basura de la Central de Abasto en Toluca.
Pero la rescataron y le buscaron hogar, mi casa. Donde vivió 15 años; al interior nos regaló amor, ternura y nos enseñó que debemos cuidar a los que amamos en vida.
Ella partió una tarde lluviosa… así como llegó.
Pero el 16 de septiembre en casa solo había llanto, dolor por la partida de la nena, la pequeña Dolores de mis amores.
La adopción… es la opción. No compres uno de raza, dale amor a uno sin casa.
