¿Prácticas indígenas como producto comercial?

El intento por conservar las estas costumbres genera la idea de que los grupos indígenas, sus tradiciones y usos y costumbres son objeto de comercialización.
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El fin de semana circuló en México un anuncio publicitario de la casa de préstamos Moneyman que causó cientos de críticas. En el comercial aparecía, en primer cuadro, el conductor de televisión Arath de la Torre, quien hacía una pregunta retórica donde cuestionaba las semejanzas entre el número de vueltas que dan los “voladores de Papantla” y los préstamos de Moneyman. Seguido de esto, el conductor respondía que “ambos te generan cero interés”. 

La situación generó tales críticas que la Secretaría de Cultura del Gobierno de México tuvo que fijar una postura donde rechazaba el contenido del comercial y defendía la tradición recuperada por los “voladores”, la cual, dicho sea de paso, es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Más allá de los comentarios a este desafortunado anuncio y a las reprobables disculpas efectuadas por De la Torre, me gustaría rescatar una reflexión sobre un aspecto que poco se percibe en este tipo de discursos, y tiene que ver con la creencia de que las prácticas ancestrales deben ser interesantes o llamativas para un público consumidor de productos culturales.

Permítame explicarme. Las instituciones del Estado mexicano posrevolucionario, interesados en “rescatar lo nacional” fueron creando, a lo largo de las décadas del siglo pasado, la concepción de que los pueblos indígenas, sus prácticas, costumbres y tradiciones, son un producto cultural vendible. Esto ha dado lugar a que se conciban a los indígenas como grupos atrapados en una época, con prácticas inalteradas en el tiempo, que deben conservarse en la misma situación porque de perderse constituiría su pérdida una lamentable ausencia en el patrimonio mexicano. 

En gran medida esta concepción tiene buenas intenciones, pero en lo sucesivo genera la idea de que los grupos indígenas, sus tradiciones y usos y costumbres son objeto de comercialización o un asunto que debe ser atractivo para la gente que es externa a sus comunidades. La alarma que yo veo en el anuncio publicitario que aquí refiero no solo va en función de que se desacredite una práctica como la realizada por los voladores de Papantla, sino que suponga que debe ser de interés, atención atracción para el “público” que lo mira con cierto grado de sorpresa, incredulidad y, no pocas veces, clasismo, y que, no siendo así, lo desapruebe.

¿Por qué tendría que causar interés una práctica ancestral que es resultado de una concepción particular del universo y no un bien comercializable? Vaya situación en que nos puso un “simple” comercial.

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