¿Y el 27 de septiembre?

Ahora que se acerca el 27 de septiembre no estaría demás recordar que las fechas, en la historia, no son determinantes.
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Hace unos días leía algunas opiniones en torno a la falta de reconocimiento a la conmemoración del 27 de septiembre como fecha en que se declaró la independencia del imperio mexicano de la Corona española, 11 años después de que comenzara una insurrección en la entonces intendencia de Guanajuato. La verdad, hoy como antes sigue siendo una fecha que continúa a la sombra del 16 de septiembre.

Si a fechas nos vamos, hay quien podrá sugerir que la conmemoración definitiva tendría que ser el 28 de diciembre, pues fue en ese día, pero de 1836, en que España reconoció formalmente la separación de México de sus dominios mediante el Tratado de Santa María-Calatrava. Sería una discusión interminable si tuviésemos que determinar una fecha correcta, aunque también la discusión sería vacía porque más allá de esos tres acontecimientos, muchos elementos del régimen anterior continuaron vigentes. Ciertamente, se modificó el estatus político y jurídico del territorio independizado, pero otras tantas cosas continuaron funcionando tal cual lo hacían en las décadas anteriores a 1821.

Desde luego, se modificó la forma de gobierno, pasando primero por un imperio, luego una república federal y posteriormente una república de naturaleza centralista. Pero al vaivén de esos cambios, las prácticas y formas de vida tuvieron un desarrollo bastante más lento e imperceptible, pero no inamovibles a lo largo de los siglos XIX y XX. Hubo territorios en los que las noticias que llegaban de la guerra librada en el centro de Nueva España apenas llegaban, o apenas impactaban en las realidades de pueblos más alejados de la capital.

De hecho, como ya lo referí arriba, luego de la entrada del ejército de Agustín de Iturbide en 1821 a la ciudad de México, el régimen que se adoptaría nuevamente sería monárquico, adoptando Iturbide el título de emperador de México ante la negativa del rey Fernando VII o de un integrante de la familia real de España a venir a instaurar un reinado personal en México. La historia de bronce sigue haciendo mucho daño en tanto nos ha llevado a discusiones absurdas como decidir quién es el verdadero padre de la patria, ¿Hidalgo, Iturbide o… inclusive, Hernán Cortés? Esa idea de una historia contada y partida en rebanadas puede ser útil para no perder el gusto de conmemorar y sentirnos mexicanos; pero ahora que se acerca el 27 de septiembre no estaría demás recordar que las fechas, en la historia, no son determinantes.

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