Algunas mentiras sobre el quehacer del historiador

Estudiar el pasado no es un hobby, no es construir anecdotarios, no es una vocación de servicio o un espacio para el ocio. La Historia es una ciencia.
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El 12 de septiembre pasado se conmemoró, en México, el Día del Historiador, fecha tomada en función del aniversario de la Academia Mexicana de la Historia, fundada ese mismo día, pero de 1919. Sin haber tenido la oportunidad de plasmarlo en su momento, quedó en mí la inquietud de expresar algunas reflexiones sobre lo que don Luis González y González denominó “historiar”, y desmentir, en cierta medida, las ideas que no pocas personas se han formado en torno al historiador y su principal quehacer: explicar el pasado.

            Las circunstancias de vida actuales han ido relegando a las Humanidades, eso es una realidad innegable, sin embargo tampoco significa que aquellas carezcan de importancia o valor para las necesidades presentes. El consumismo, la rapidez de la vida, las necesidades materiales y prácticas, el entretenimiento y el ocio son algunos de los factores que contribuyen a que se privilegien ciertas áreas del conocimiento, mientras que otras tantas se hagan de lado. Pero insisto, se trata de una cuestión de percepción y no así de realidad.

En este campo, el de lo que es útil y lo que no lo es, es fácil criticar la vigencia de las Humanidades. Si nos conformamos con la noción arcaica que sugiere que la Historia es el aprendizaje memorístico de fechas, nombres de lugares y personas, no hay punto a debatir: la Historia no sirve y el historiador no es útil. No obstante, el quehacer histórico no se constriñe a eso; es más, ni siquiera es requisito. Aquí valdría recordar la frase de don Edmundo O´Gorman que reza así: “No tengo memorias de las fechas, se me olvidan todas, por eso soy buen historiador”.

            No se trata, pues, de buscar responsables de esta percepción equivocada. A decir verdad, durante mucho tiempo fue una visión útil y comúnmente aceptada, pero los tiempos cambian y las necesidades humanas también. Además, incluso quienes nos dedicamos a la Historia tuvimos nuestro primer acercamiento con esta ciencia en la escuela, donde en su mayoría aprendimos fechas, nombres de lugares y personas.

Así que estudiar el pasado no es un hobby, no es construir anecdotarios, no es una vocación de servicio o un espacio para el ocio. La Historia es una ciencia, con sus propias metodologías, cuyo objetivo principal es formular modelos explicativos del desarrollo de las sociedades a través de los testimonios que dejaron. ¿Y cuál es la utilidad de ello?, pues ni más ni menos que comprender las sociedades del presente.

            De este modo, a mi juicio, la Historia no es sólo una ciencia que se funda en el tiempo pretérito. Es en varias formas una ciencia para el presente, por lo que la opinión de un historiador para explicar sucesos contemporáneos requiere profesionalismo y mucha sensibilidad. ¿Cómo explicar la diversidad étnica y lingüística de México si no es gracias al conocimiento histórico? ¿Cómo entender el desarrollo de las desigualdades si no es debido a la comprensión de las dinámicas sociales y económicas del pasado? ¿Cómo elaborar políticas públicas que solucionen la migración, el racismo, la xenofobia y tantos otros males del siglo XXI si no existen las nociones básicas de su conformación bajo una mirada desde el pasado? Para todo ello, en efecto, como usted podrá advertir, la mera memorización resulta insuficiente e inservible.

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