Cerrar la Basílica, redirigir la fe

La iglesia católica tiene como reto transmitir a los fieles la responsabilidad y el compromiso social para no acudir a los templos el 12 de diciembre.
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La semana pasada trascendió el rumor, sin ser absolutamente confirmado, de que la Basílica de Guadalupe permanecería abierta al público el 12 de diciembre, aunque sin realización de las tradicionales ceremonias anuales por la conmemoración del portento. Fue hasta hace tres días que las propias autoridades eclesiásticas confirmaron que el recinto mariano cerrará sus puertas del 10 al 13 de diciembre, con el propósito de evitar las aglomeraciones que puedan aumentar los contagios de Covid-19.

            La medida fue la decisión más sensata, pues de otra manera hubiese el episcopado mexicano recibido muchas críticas por su falta de sensibilidad con los feligreses. Apoyados en el gobierno de la Ciudad de México, se cerrarán las principales vías de acceso a “La Villa”, de manera que aquellas personas que desconociendo las medidas lleguen al recinto, no puedan acercarse a él y se vean obligadas a regresar a sus lugares de origen.

Sin embargo, pese a los buenos deseos de las autoridades capitalinas y eclesiásticas, es posible que, con el ímpetu por visitar la Basílica, unido al deseo de que una pizca de suerte permita acceder al recinto, varios contingentes de peregrinos visiten la Ciudad de México con el propósito de acercarse a “La Villa”. Máxime cuando estamos viviendo una época difícil en la que no pocos buscan el refugio y consuelo ante las entidades divinas como en otras ocasiones lo han hecho.

            Ante estas actitudes de la feligresía y devotos de Guadalupe, es bastante común escuchar comentarios que intentan denostar el fervor religioso de quienes tenían intenciones de asistir al recinto mariano y poder acceder a él. Más aún, no faltarán expresiones clasistas que critiquen la insistencia de los peregrinos que, conociendo la situación sanitaria, continúen con sus planes de visitar el santuario.

No me parece que fe y responsabilidad social estén peleados o sean mutuamente excluyentes. En buena medida se requerirá que el episcopado se apoye en el ejército de sacerdotes, párrocos y vicarios que tiene administrando los curatos mexicanos, para que estos eclesiásticos logren transmitir a los fieles la responsabilidad y el compromiso social que tienen para no acudir a la Ciudad de México, particularmente a la Basílica. Y es que la Historia nos ha explicado las dificultades que existen para redireccionar los actos de culto y veneración de la feligresía, por lo que la labor de la Iglesia no terminará solo en cerrar los accesos al recinto mariano.

            Aún hay tiempo suficiente para una buena campaña de información sobre la necesidad de permanecer en casa el próximo 12 de diciembre.

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