En México como en buena parte del mundo han comenzado a descender el número de casos con que la pandemia todos los días se expande. En efecto, hay razones para tomar con entusiasmo esta noticia porque después de casi dos años parecería que la situación comienza a ser favorable, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido a la población no alimentar esperanzas ciegas y tomar con prudencia el comportamiento de la enfermedad.
Muchas veces hemos hablado en este espacio sobre la importancia que tiene la responsabilidad de una sola persona en el mundo. Constantemente se ha “bombardeado” en la prensa la obligatoriedad de utilizar mascarillas, lavarse las manos constantemente, en fin, cumplir con las medidas de autocuidado para detener el avance de la pandemia. Una de las cosas que nos ha dejado esta situación es que, si bien nadie es indispensable en el mundo, una sola persona puede influir para que las circunstancias mejoren o no.
Las cosas empiezan a mejorar y en nuestro país las instituciones educativas comienzan a retornar a sus actividades presenciales, los escenarios de nueva cuenta anuncian próximos conciertos, es decir, la normalidad que conocíamos en enero de 2020 se asoma nuevamente a la puerta y nos invita a regresar a ella. Sin embargo, ante situaciones inciertas por lo que pueda venir conviene recordar que los cuidados deberán de ser tomados en cuenta hasta que las condiciones sean absolutamente acordes para hacer una vida lo más parecida a la de hace dos años. Prevención y no miedo, responsabilidad y no obligatoriedad, empatía y no reproches.