Construir la Historia en tiempos de confinamiento

En México, la falta de recursos destinados a la digitalización se ha convertido en un severo impedimento para la consulta de los acervos archivísticos.
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Recién se cumplieron en México cinco meses de confinamiento tras la actual pandemia de Covid-19 y en los poco más de 180 días han comenzado a reanudarse algunas actividades toda vez que la tendencia en el número de casos diarios parece ir a la baja. Esto, desde luego, no significa que el riesgo haya desaparecido, pero al menos es posible alcanzar a mirar una luz al final del túnel.

Sin lugar a dudas, una de las áreas más afectadas por la contingencia sanitaria ha sido el turismo y, consecuentemente, los museos, pues han padecido las consecuencias por deber suspender sus actividades y exposiciones. La situación parece cambiar recientemente, pues desde hace algunos días la Ciudad de México dio luz verde para la reapertura de estos espacios culturales.

Pero las circunstancias en la capital mexicana difieren del resto de las entidades federativas donde aún mantienen cerrados los museos, centros de actividades artísticas en general, bibliotecas y archivos. En este ambiente, particularmente el de las bibliotecas y archivos, es donde los historiadores están constantemente involucrados y los espacios donde mayormente —mas no los únicos— obtienen sus fuentes para producir sus investigaciones.

Así pues, el gremio de los historiadores ha tenido que interrumpir, o al menos ralentizar, el curso de sus estudios en tanto los archivos y bibliotecas han permanecido cerrados. Los foros, coloquios y seminarios han buscado otras alternativas para poder desarrollarse, mientras que otros más definitivamente fueron suspendidos hasta nueva fecha. Pero conforme pasa el tiempo y la situación no deja de ser un riesgo para las actividades presenciales, comienzan a adecuarse mecanismos para continuar adaptándonos a la nueva normalidad cuasi-eterna.

Por ejemplo, recientemente el Archivo General de la Nación (México), puso nuevamente en marcha la plataforma en línea para consulta documental de sus fondos, al mismo tiempo que colocó en acceso libre la visualización y descarga de una proporción —aún pequeña— de su documentación ya digitalizada. Ello aligera un poco los inconvenientes derivados por el cierre de los repositorios documentales en México.

No obstante, la digitalización —cuyo proceso va más allá de pasar el documento a través de un escáner— es una tarea costosa; más todavía cuando el corpus documental es grande. Y en México, la falta de recursos destinados a la digitalización se ha convertido en un severo impedimento para la consulta de los acervos archivísticos.

Esta situación no es la misma, por ejemplo, con los libros antiguos y documentos resguardados en la biblioteca y archivo del Centro de Estudios de Historia de México CARSO, propiedad de la Fundación Carlos Slim. Su acervo está completamente digitalizado bajo altos estándares de calidad y disponible al público en su sitio web.

Así que, además de todos aquellos rubros, referidos en otras editoriales, que necesitan especial atención una vez que la contingencia sanitaria finalmente disminuya será acelerar el proceso de digitalización de los archivos históricos, no sólo para beneficio de los historiadores, sino para todo público que se halle interesado por la historia.

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