El día que conquistaron Tenochtitlan

Hoy se conmemoran los 499 años de la conquista de la ciudad de México-Tenochtitlan, llevada a cabo por Hernán Cortés. ¿Es una fecha que debe pasar inadvertida?
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Este día se conmemoran los 499 años de la conquista de la ciudad de México-Tenochtitlan, llevada a cabo por Hernán Cortés al lado de un ejército de soldados europeos y miles de indígenas que se rebelaron contra la autoridad de los mexicas, el grupo nahua que tenía sometido a gran parte del territorio del actual México a la llegada de los hispanos en 1519.

Lo que para hoy parece ser una fecha inadvertida e intrascendente tanto en el calendario cívico mexicano como en el imaginario social, para los siglos XVI, XVII y XVIII, el 13 de agosto era un día cuya celebración era impostergable, por lo menos en la Ciudad de México, capital de la Nueva España. En el también día de san Hipólito —santo patrono principal de la ciudad capital—, se realizaba como acto más efusivo el “Paseo del Pendón” que, como su nombre lo indica, se trataba de una especie de procesión que partía de la plaza mayor (hoy Zócalo) a la iglesia de San Hipólito, cuyo propósito era reafirmar el triunfo de España sobre las antiguas sociedades indianas conquistadas.

La conmemoración de la conquista se realizó durante los trescientos años de dominación hispana, y no hay lugar a dudas que luego de la emancipación política de España en 1821, dejó de realizarse un evento que lo único que rememoraba era aquello que se intentaba desterrar de las consciencias de los recién independizados.

Durante las décadas siguientes el discurso generado en torno a ciertos acontecimientos del pasado, sobre todo aquellos de índole política, se fue transformando mayoritariamente según los intereses de quienes estuviesen a cargo de las instituciones gubernamentales en México. Pero si migramos a otros escenarios aparecen ejemplos semejantes donde la construcción del discurso histórico depende del entorno en que se desarrolla el individuo que lo escribía. Así pues, para principios del siglo XX, la Historia de la Iglesia en México, escrita por el jesuita Mariano Cuevas en la antesala de la Guerra Cristera, serviría, sí, como una obra historiográfica, pero también como un documento que intentó justificar la participación de la Iglesia católica en el desarrollo de la nación mexicana.

En suma, he expuesto hasta aquí dos nociones que a la luz de los historiadores son muy claras: historia (con minúscula inicial) e Historia (con mayúscula inicial). La primera hace alusión a los acontecimientos y procesos del pasado; es decir, lo que sucedió hace 82 años, pero también lo que aconteció hace media hora. En cambio, la Historia, hace referencia a la manera en que los historiadores estudian y construyen el discurso para explicar los sucesos pretéritos. Es sobre este segundo concepto del cual podemos generar algunas reflexiones más.

            Si la conmemoración, o por lo menos la remembranza de lo acontecido el 13 de agosto de 1521 (caída de la ciudad de México-Tenochtitlan) pasa inadvertida es sobre todo por el discurso, es decir, la “Historia”, que se ha generado sobre aquel acontecimiento, que muchas veces permanece presente en el imaginario a merced de quienes así la transmitieron

Dicho de otra manera, la disposición del mexicano por ignorar ciertas fechas y recordar otras radica en la forma en que éste ha “aprehendido” la historia, es decir, cómo ha conocido el pasado. Lo cual, lo ha conducido, en varios de los casos, a enaltecer falsos héroes y degradar falsos villanos.

Por esta razón, la caída de México-Tenochtitlan, denominada la mayoría de las veces como la Conquista de México, es un acontecimiento que no debe generar mayores debates polémicos como el que hace unos meses desencadenó el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al solicitar al rey de España pidiese perdón por los actos cometidos por sus antecesores hace 500 años. Antes bien, debe ser objeto de análisis y discusiones sin ánimo de enjuiciar actores políticos que desde hace poco menos de cinco siglos ya están muertos.

Estamos a un año del quinto centenario de la conquista hispana y es necesario, desde ahora, contribuir a desprendernos de las interpretaciones maniqueas del pasado. La Historia no es un juzgado y nunca lo habrá de ser.

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