¿Iglesias en crisis?

La suspensión de eventos religiosos tiene implicaciones severas, aún no dimensionadas, que están afectando los ingresos monetarios en las parroquias. ¿Será por ello que algunas han faltado a las disposiciones de las autoridades?
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En la última novela que escribió Jorge Ibargüengoitia, titulada Los pasos de López, en 1982, el escritor mexicano recreó los primeros años de la lucha por la independencia de México en una narrativa que buscaba desmitificar los “héroes” de la historia. La obra iniciaba relatando brevemente la vida del párroco del pueblo de Cañada, don Domingo Periñón, quien en lugar de haberse seguido formando en sus estudios para incrementar sus méritos como miembro del clero, y lograr con ello un ascenso, prefirió quedarse al frente de una parroquia de provincia.

            En uno de los diálogos iniciales de la novela se le preguntaba a Periñón por qué, teniendo las posibilidades de hacer carrera eclesiástica, se había conformado con dirigir un curato alejado de la capital en el que difícilmente podía ascender social, política y económicamente. Como respuesta, el sacerdote afirmó que a las parroquias de la región donde él administraba era raro que las visitara el obispo… ¿Qué otro beneficio podía haber que el estar distante de la autoridad y la vigilancia constante de su superior?

En el México de comienzos del siglo XIX, las parroquias que no estaban en la capital de la Nueva España podían regirse bajo dinámicas internas muy particulares, acuerdos con la autoridad local mediante los cuales los párrocos usualmente faltaban a las disposiciones eclesiásticas, pero cuyas acciones eran aceptadas y permitidas por la sociedad local. A todo ello, puede agregarse que, efectivamente, el arzobispo, por las grandes distancias que abarcaba la jurisdicción diocesana, difícilmente estaba enterado al momento de todo cuanto acontecía en los curatos de las sierras, de la lejanía.

            Dos siglos después, con los diversos canales de comunicación que existen y gracias a las nuevas diócesis formadas en territorio mexicano, parece ser que la vigilancia que puede ejercer el arzobispado mexicano sobre los obispados de su provincia, y de estos a sus parroquias, es mayor. Sin embargo, pese a que la disposición de la mitra de México ha sido suspender todo tipo de evento religioso para mitigar los contagios de Covid-19, varios eventos como bodas, bautizos y primeras comuniones han continuado llevándose a cabo antes y después de que el Estado de México y la Ciudad de México regresaran a semáforo rojo por el alto número de contagios del virus SARS-CoV-2.

En un editorial anterior, a propósito de la celebración del 12 de diciembre, señalé que, si bien el arzobispado mexicano ordenó la suspensión de todo tipo de evento religiosos bajo el motivo guadalupano, era necesario establecer canales de comunicación más efectivos con los párrocos y con la feligresía, a fin de conminarlos a no asistir a la Basílica de Guadalupe. Parece que aquella conmemoración no pasó a mayores, sin embargo, en los escenarios locales eventualmente se ha desafiado e incumplido esa disposición eclesiástica con respecto a los otros tipos de eventos religiosos ya mencionados. Siendo que los propios obispos y curas debieron ser los primeros en cumplimentar un ordenamiento superior.

            A todo esto, puedo inferir, por medio de una hipótesis, que las iglesias locales han sido fuertemente afectadas, en el ámbito económico, por la actual pandemia. La suspensión de una serie de eventos religiosos durante casi un año tiene implicaciones severas, aún no dimensionadas, que están afectando los ingresos monetarios en las parroquias; máxime cuando las iglesias no reciben apoyos de programas de gobierno. Esto explicaría por qué, a pesar de las circunstancias, en algunas localidades, continuaron realizándose actividades religiosas, con la anuencia de las autoridades municipales y sin el rechazo de la población.

No es un asunto generalizado, pero valdría la pena atender qué está sucediendo en las iglesias locales ante la falta de actividades religiosas, en tiempos donde predomina una sociedad secularizada que cada vez pone en duda la pertinencia de las religiones. Al menos, en las circunstancias actuales, varias parroquias están buscando sobrevivir, aunque sea faltando a las disposiciones sanitarias del gobierno y de la mitra.

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