Incongruencias de la recuperación arqueológica

Si antes, a los indígenas se les despojó de sus riquezas y objetos materiales, hoy se les despoja también de su historia y su cultura.
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La noticia fue dada a conocer la semana pasada por las autoridades mexicanas: Alemania regresó más de treinta piezas originarias de los pueblos anteriores a la dominación española en México. Estas 34 piezas se sumaron para aumentar a 5,464 el número de las mismas que han sido recuperadas, por medios diversos, de otros países.

Representa una bocanada de aire para las ya varias subastas de patrimonio documental, bibliográfico y arqueológico que se han realizado en el extranjero con piezas de origen mexicano, y que a pesar de los esfuerzos de las autoridades por evitar su realización se llevaron a cabo con el consentimiento de las leyes extranjeras.

Hay quienes, en todo su derecho, critican que se preste mayor atención en objetos pertenecientes a sociedades del pasado, ya no existentes, y que al mismo tiempo se burlen los derechos de los pueblos indígenas del presente. Esto es absolutamente válido y no es nada nuevo, a lo largo de la historia hay cantidad de ejemplos donde se veneraban a los indígenas del pasado, mientras que se sometían a los indígenas contemporáneos a pésimas condiciones laborales y a una constante ausencia de los derechos más fundamentales.

Sin embargo, la recuperación de piezas arqueológicas, en mi opinión, no demerita el mucho o poco esfuerzo que se haga por darle su correspondiente sitio a los pueblos indígenas del presente que, hay que aclarar, es todavía una materia pendiente. Aunque sí existe un vínculo entre amos asuntos. Si antes, a los indígenas se les despojó de sus riquezas y objetos materiales, hoy se les despoja también de su historia y su cultura cuando empresas mercantilizan sus diseños en ropa y objetos de lujo, y se les despoja igualmente de sus tierras con el objeto de construir obras faraónicas cuando poco o nada han escuchado sus intereses y necesidades más urgentes, como es el caso del Tren Maya.

Se trata, pues, de actuar con congruencia, pues si con una mano la autoridad recupera objetos arqueológicos, propiedad cultural de los pueblos indígenas, con la otra mano los despoja, no escuchan sus peticiones y pasan nuevamente desapercibidos como minoría poblacional a la que solo se les atiende cuando conviene a los intereses de corte nacional.

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