La decisión de ser pobre e ignorante

Expresiones de racismo y clasismo hacia estados del sureste de México, debido a la desigualdad económica. ¿Será abandono del Estado?
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En enero del 2019, el hoy diputado federal en México, Gabriel Quadri, expresó en un desafortunado tuit que “sin Guerrero, Chiapas y Oaxaca, México sería un país en desarrollo”. Un año después, el ahora gobernador de Nuevo León, Samuel García, expresó en una entrevista: “en el norte trabajamos, en el centro administran y en el sur descansan”, siendo compatible con el tuit publicado por el legislador.

Hace dos semanas se celebraron elecciones en México. Uno de los estados donde perdió la oposición fue Oaxaca, obteniendo el triunfo un candidato del partido en el poder. Ante este resultado no faltaron comentarios que intentaban explicar la victoria de un instituto político diferente al que gobernaba, a partir de la pobreza, la ignorancia o el poco criterio de la población de Oaxaca para dirimir entre un candidato que resolvería sus problemas y otro que los mantendría.

Lejos de meterme en una discusión política, lo que intento es discutir estas expresiones de racismo y clasismo hacia los estados del sureste, mismas que no son nuevas. Para empezar, desde la época colonial se fueron construyendo ciudades y regiones que, por su cercanía con la ciudad de México o por la producción de plata, se volvieron más importantes que otras. Así tenemos, por ejemplo, los reales mineros en el Bajío, en la zona de Pachuca, Zacatecas o en Taxco.

Por otra parte, entre más lejos se encontrara una ciudad, villa o pueblo de la capital, y que además no produjera metales preciosos, los caminos se hacían más difíciles de transitar y las condiciones económicas eran también distintas. La zona del hoy sureste mexicano destacó por las producciones de cacao, caña de azúcar, café y grana cochinilla; productos que, aunque importantes, poco competían con la plata.

Ya hacia finales de la época colonial, en Europa, Cornelius de Paw criticaba que en América, por contar con climas más tropicales y cálidos, la población tenía menos cualidades para pensar, lo que se sumaba a su imposibilidad para ejercer importantes cargos de la administración civil. Desde luego, los climas más tropicales se encontraban en la región sureste de Nueva España, justo donde hoy se localizan los estados que algunos políticos han calificado de ignorantes, flojos y que venden sus votos porque carecen de una visión de futuro.

A lo largo de los siglos XIX y XX, estas ideas sufrieron grandes cambios. Ya con el capitalismo en boga se sumó una crítica más: “el pobre es pobre porque quiere”. Esta noción se acerca un poco más con las que intentaron explicar el curso de las elecciones de hace dos semanas, donde el triunfo del partido oficialista se entendió “porque los estados del sureste no quieren progresar”.

¿No será, acaso, que en las últimas décadas han sufrido el abandono del Estado, y que la pobreza es producto de condiciones históricas, sociales y económicas, y no solo porque desean serlo?

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