La historia como juez, el último recurso

Hoy resurge con las voces que siguen pidiendo que México implemente sanciones con Rusia, rompa relaciones diplomáticas o mantenga su distancia. La amenaza se vuelve chantaje y es una manera de intentar condicionar el actuar de terceros.
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El juicio de la historia es un lugar común que amenaza las consciencias (o al menos eso pretende) de quienes no actúan como el resto lo hace o como se supone que deberían de hacerlo. Se ha convertido en el epílogo de discursos, arengas, conferencias y declaraciones. Hoy resurge con las voces que siguen pidiendo que México implemente sanciones con Rusia, rompa relaciones diplomáticas o mantenga su distancia. La amenaza se vuelve chantaje y es una manera de intentar condicionar el actuar de terceros.

El embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, dijo esta mañana en la Reunión de instalación del Grupo de Amistad México-Estados Unidos, en la Cámara de Diputados, que nuestro país no debe mantener una relación cercana con Rusia y, por el contrario, instó a los legisladores que México debe actuar de la misma manera en que lo hacen los países miembros de la OTAN.

Esta postura compagina perfectamente con los diferentes discursos pronunciados, al menos en el último mes tras la invasión rusa a Ucrania, que pretenden dibujar un mundo dividido en dos, los buenos y los malos, los defensores de la libertad y los defensores del autoritarismo.

     La historia nunca juzga, no es un tribunal, no es maestra de vida, no brinda lecciones, no se repite, no enseña, no alerta sobre el futuro; es, simplemente, una forma de entender el pasado y el presente mismo. No tengo dudas de que en las próximas semanas (o si acaso, tal vez ya haya sucedido) se irá añadiendo al discurso rusofóbico la amenaza de que la historia, en algún punto del tiempo, emitirá un fallo en contra de aquellos que no reaccionaron a la invasión rusa.

Serán las circunstancias futuras las que esclarezcan si las posturas de los países fueron las mejor tomadas, pero no la historia. No es justo abusar de un enunciado llano que no dice nada, pero que solo sirve para amedrentar cuando las posturas de un tercero no convienen a mis causas.

 

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