La taza de chocolate de Miguel Hidalgo

Las fechas patrias son una oportunidad ideal para advertir que la “historia” no es única, que cada pueblo y generación aprehenden los sucesos del pasado al ritmo de sus intereses y necesidades, como los "Apaches", de Tejupilco, Edomex.
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En estas fechas conmemorativas del inicio de la independencia de México es muy común que lleguen a nosotros reseñas sobre los sucesos acontecidos hace 210 años. En los honores a la bandera, en la transmisión previa a la ceremonia del Grito y en los discursos antecedentes al comienzo del desfile cívico-militar son constantemente repetidos los nombres de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Josefa Ortiz y todo el séquito de personajes bastante conocidos en las clases de historia de la primaria, secundaria y preparatoria.

En casi todas estas reseñas “históricas” se destacan algunas cualidades atribuidas a los “héroes”: la valentía, el amor a la patria, el honor, el desprecio por el “mal gobierno”, la búsqueda de la libertad de su pueblo, la justicia, la inteligencia, la templanza, la audacia y la astucia, sólo por mencionar algunos cuantos. Anexo a esos calificativos, nunca faltan las anécdotas sobre algún pasaje de la vida (previa o posterior al inicio de la insurgencia) de estos personajes.

Y es que, siendo sinceros, eso hace más atractivo e interesante el acercamiento a la historia. Imaginar que Miguel Hidalgo, al pasar por tal pueblo, se sentó a beber una taza de chocolate en el mesón donde pernoctó, o escuchar en la mente los taconazos de Josefa Ortiz para avisar al alcalde de la cárcel de Querétaro que se había hecho pública la conspiración queretana, mientras uno disfruta un plato de pozole, no es un placer que alguien desprecie.

            Más allá de esta “bella historia” sobre la rebelión armada de 1810, comenzada en el Bajío y cuya continuación y desenlace eran absolutamente desconocidos, no debe perderse de vista que, para los participantes en las conjuras de Querétaro, en casa del corregidor de aquel lugar, la situación no debió ser una oportunidad para el placer.

Buena parte de esta percepción ha sido producto de la denominada “historia de bronce” o “historia patria”, enseñada en las escuelas mexicanas del nivel básico y medio superior. Hay que aceptar que se trata de un relato sencillo de aprender, interesante, llamativo y que al, mismo tiempo, ha sido útil para la creación de una consciencia nacional. Pero también ha sido la propia población quien además de ofrecer una buena recepción de esos relatos, ha contribuido a la construcción de una nueva versión, no sólo de los acontecimientos, sino de los propios sujetos participantes.

Estamos entonces ante una diversidad de ejemplos en que los individuos, los pueblos y las comunidades aprehenden y reproducen su historia. Todas totalmente válidas y para muestra basta un botón. En el municipio de Tejupilco se conmemora el 15 y 16 de septiembre con la población vestida de “apache”; término con que se conoce a un individuo (hombre o mujer) pintado del rostro con los colores de la bandera mexicana, disfrazado con un vestido color rojo, medias rojas, huaraches y un machete o campero, con los cuales bailan al ritmo de la banda de viento.

            Ellos, los apaches, escenifican una batalla el día 16 de septiembre contra los “gachupines”, simulando una revuelta fechada a mediados del siglo XVIII donde los indios del pueblo corrieron a las familias españolas. Y aunque cualquier historiador puede cuestionar el término “apache” —la realización de la batalla o la vestimenta—, la población se ha apropiado de un acontecimiento presente en la memoria colectiva desde hace siglos, adecuado a los tiempos, gustos e intereses de quienes la hacen suya.

Situación semejante ocurre en el municipio de Almoloya de Alquisiras, lugar de origen del insurgente Pedro Ascencio, quien luchó al lado de Vicente Guerrero en las sierras limítrofes de los actuales estados de México y Guerrero. A este personaje se le han atribuido poderes sobrenaturales, convirtiéndose no sólo en un héroe, sino en un guardián de la región entre varios pueblos de la comarca.

            Las fechas patrias son una oportunidad ideal para advertir que la “historia” no es única, que cada pueblo y generación aprehenden los sucesos del pasado al ritmo de sus intereses y necesidades. Y que contrario a lo que muchos piensan, la historia está vigente conforme sigan vigentes las interpretaciones que de ella se hacen. Con todo ello no hay que olvidar que, más allá de todos los atributos y cualidades que se le dan a los personajes, fueron seres humanos tan comunes como quien esto escribe.

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