La Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático número 26 (COP26, por sus siglas en inglés) está actualmente en curso y concluirá la próxima semana. Se realiza en la ciudad escocesa de Glasgow y aunque se tenía prevista para el año pasado, fue pospuesta debido a la pandemia de Covid-19. El foro es el máximo espacio de encuentro entre las naciones occidentales para fijar, implementar y evaluar políticas en favor de revertir el cambio climático o, al menos, ralentizar su avance.
El espacio de diálogo tiene como uno de sus propósitos lograr que los mayores emisores de contaminantes, Estados Unidos y China, implementen medidas más efectivas, entre otras más como la disminución de determinados contaminantes como el metano, desaparecer la deforestación a finales de esta época o lograr que a más tardar en dos décadas los vehículos que se vendan sean cero emisiones.
Los efectos del cambio climático que allí se intentan frenar son de gran calado y requieren el compromiso de un mundo capitalista que difícilmente dejará de ser capitalista. Pero entre muchas otras consecuencias que pueden advertirse está el impacto social de la crisis del clima, que pocas veces se discute en estos foros, pero que es igual de importante, particularmente en países de América Latina.
Si nos vamos más atrás en el tiempo, los antiguos pueblos mesoamericanos tenían una forma de vida bastante cercana a la naturaleza, tal cual como sucedía con sociedades antiguas del Viejo Mundo. En el caso mexicano, muchas prácticas culturales y de la vida cotidiana hoy todavía constituyen la identidad, el sustento y la historia de comunidades indígenas, pues dichas prácticas, aunque constituyen una reminiscencia del pasado, lograron adaptarse al paso de los siglos y subsistir.
La tala inmoderada que altera los ciclos del tiempo, las sequías y falta de lluvias que modifican las épocas de siembra y cosecha, el uso de fertilizantes y productos transgénicos para beneficio de los mercados capitalistas que hoy por hoy se resisten a hacer frente al cambio climático y una infinidad de efectos que son bastante conocidos por el vulgo dificultarán, como ya lo están haciendo, formas de vida que hoy también conforman el patrimonio inmemorial e inmaterial de nuestro país y varios países de nuestro continente.