¿Quién puede hablar de historia?

No se requiere un título para tener la autoridad de emitir posturas sobre un tema.
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En las semanas recientes una discusión se ha desatado en las redes sociales, relativa a la apropiación o no de afirmaciones, dichos o posturas sobre determinadas áreas del conocimiento por parte de un público no especializado en las mismas. Este debate ha estado presente tanto en las ciencias biológicas como en las sociales y las humanidades. 

Sobre las primeras me refiero concretamente a las posturas en torno al curso de las decisiones en materia de salud pública tomadas durante la gestión de la pandemia o la política nacional de vacunación contra el nuevo coronavirus. En torno a las segundas (con las cuales estoy más familiarizado), hablo en específico de algunas afirmaciones a propósito de las conmemoraciones de este año referidas a los 500 años de la conquista de México-Tenochtitlan y los 200 años de la consumación de la independencia mexicana.

Por obvias razones me enfocaré en el segundo caso, aunque el primero no queda del todo desligado. En torno a las ciencias sociales y las humanidades, particularmente en la Historia, existe una opinión casi generalizada que la ubica como un campo de conocimiento de fácil acceso que no requiere de estudios profesionales para dominarlo. Más aún, hay quienes la ubican como un hobby, una actividad para el ocio en los ratos libres de la que se pueden obtener gratificantes descubrimientos con el mero gusto de dedicarle tiempo.

Las discusiones no son nuevas; desde que en el siglo XIX la ciencia moderna comenzó a perfilarse bajo los estándares que hoy la rigen, la Historia tuvo que crear sus propias metodologías con el propósito de explicar su lugar dentro de los campos del conocimiento científico. En las semanas recientes, pues, la discusión ha recobrado notoriedad y se ha puesto en duda la capacidad, e inclusive el derecho, de quienes sin contar con el título de historiador se erigen como historiadores.

Desde luego que en este pequeño editorial no intento ni me propongo resolver esta polémica, al tiempo que resulta ocioso defender una ciencia que, por el hecho de ser ciencia, no debería de ser defendida. Antes bien me interesa recordar que el conocimiento científico no es un conocimiento limitado ni cerrado. Sin embargo, la profesionalización de dicho conocimiento le exige a los interesados tener consciencia de las bases teóricas, herramientas y metodologías que conlleva hacer uso de la ciencia, sea de la naturaleza o social. 

En estos tiempos en que dominarlo todo parece ser una constante (aunque más utópica que real) por la notable información disponible en la red, y en que la posibilidad de externar nuestras posturas y opiniones es amplia, conviene recordar la responsabilidad que también conlleva el ejercer el derecho a la libre expresión: hablar siempre desde la evidencia. Volviendo al eje inicial, esto significa que, en efecto, no se requiere un título para tener la autoridad de emitir posturas sobre un tema, aunque, en efecto, es lo ideal.

Siempre lo he reiterado, hoy lo hago con mayor claridad: en Historia, la memorización y repetición de fechas, lugares y nombres de personas es un asunto secundario; de manera indistinta cualquier persona puede lograrlo, sin embargo ello no le hace historiador.   

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