Sobre la comprensión del “otro”

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En tiempos como en el que ahora nos ha tocado vivir, cobran notoriedad las ciencias médicas, y no es para menos. La urgencia por comprender el comportamiento de un virus desconocido y el requerimiento de una vacuna para hacerle frente producen un reconocimiento generalizado para los especialistas que diariamente se esfuerzan por menguar el impacto biológico de una pandemia. Sin embargo, ello pone a discusión la pertinencia de aquellas áreas del conocimiento que no están directamente ligadas con la solución más inmediata que es la de salvar vidas humanas.

            El asunto parecería no ser de primer orden, pero al menos quienes formamos parte del gremio de las ciencias sociales y humanidades vemos con cierta preocupación que en un momento donde la salud es el tema primordial, se dejen de lado otras áreas del conocimiento que también son pertinentes, y que no se encuentran desvinculadas de un problema de tan gran magnitud como la crisis sanitaria actual. Bajo el estigma de que las ciencias sociales y las humanidades no son útiles y ─por defecto─ tampoco son necesarias, se tiende a minusvalorarlas, tomarlas como una compilación de datos poco aplicables y, por ende, se suele no explotar la capacidad que tienen para permitirnos comprender al otro.

En el editorial anterior compartí cómo la epidemia del nuevo coronavirus atizó los prejuicios sociales y la discriminación. El entendimiento del “otro”, es decir, “del que tiene otras necesidades y formas de sustento”, “del que tiene otra creencia religiosa”, “del que habla diferente a mí”, “del que duda de la efectividad de las vacunas anti-covid”, “del que pone su salud en manos de una entidad divina, antes que en la ciencia” no podrá lograrse si se mantienen vivas las estigmatizaciones. A mi juicio, una manera de aproximarnos a la solución de ese problema es, precisamente, por medio de las humanidades y las ciencias sociales.

            Ese es uno de los principales objetivos que persiguen esas áreas del conocimiento: lograr la sensibilidad ante la diferencia, siendo esta el resultado de largos procesos sociales gestados a lo largo de varios siglos de desarrollo humano. No está de más recordar que las vidas y familias afectadas por la pandemia actual, más allá de constituir un número más de la estadística, son vidas y familias humanas. Reparar los daños de un problema sanitario de semejante calado involucra soluciones de naturaleza diversa.

Me parece que las ciencias sociales tendrán un papel fundamental en coadyuvar a esa solución, y la principal tarea se debe dirigir a mermar los prejuicios y las estigmatizaciones. En palabras llanas, dejar de adjudicar responsabilidades y comenzar a asumir una consciencia social para ponerle fin a esta crisis sanitaria y humana.

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