Tauromaquia en crisis

¿Es adecuado entonces que prácticas reprobables continúen solo porque dan identidad?
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Un dictamen que prohibía las corridas de toros en la Ciudad de México fue aprobado por la Comisión de Bienestar Animal del congreso capitalino, sin embargo, ante la presión de trabajadores y empresarios relacionados con la “fiesta brava”, la comisión decidió detener su envío a la Mesa Directiva de la cámara hasta no discutir con los afectados. La propuesta generó controversias en algunas figuras públicas del país como Gabriel Quadri, ambientalista, ingeniero y diputado en el congreso federal, y Francisco “Paco” Calderón, caricaturista del periódico Reforma.

Según Quadri y Calderón, por mencionar solo un par de ejemplos, cancelar las actividades taurinas en la capital dejaría sin trabajo a un número considerable de personas; y algunos tuiteros compararon esa medida con la prohibición, hecha en México, a los circos de tener animales salvajes en sus espectáculos, lo que produjo el abandono de fauna silvestre ante la medida prohibitiva. Claro que se tratan de situaciones disímiles, pues la cancelación de las corridas de toros lo que busca es la protección del animal y no su muerte.

Otro factor que motivó el rechazo a la medida, además de los futuros desempleos de los trabajadores en este negocio, sin lugar a duda, es el aspecto cultural e histórico de la tauromaquia. Implícitamente, la defensa de las corridas de toros lleva presente el peso de la historia que, aunque no se ve, influye en las intenciones de que determinadas prácticas/costumbres permanezcan. Las corridas, traídas al actual territorio mexicano por los europeos en el siglo XVI han estado presentes en la cultura nacional no solo en la Ciudad de México, sino en los pueblos más recónditos de nuestro país.

Pienso que más allá de una preocupación por quienes se estarían quedando sin trabajo si la prohibición se vuelve efectiva, preocupación que no se discute, lo que más “duele” sería la pérdida de una actividad que brinda identidad nacional y, más aún, que la Plaza México se quede sin funciones. ¿Podemos modificar prácticas que antes fueron aceptadas y que hoy gozan de un menor respaldo? Claro que sí, y ese es uno de los principales fundamentos de la historia humana: que es cambiante. ¿Es adecuado entonces que prácticas reprobables continúen solo porque dan identidad? […].

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