Interesante es notar cómo se sigue escribiendo la historia desde el poder, pese a la participación de connotados historiadores que hacen un trabajo maduro y profesional.
Generar incertidumbre o burla en épocas de riesgos sanitarios puede traer consecuencias severas.
En este año quedó demostrado que aún estamos lejos de la meta de lograr una sociedad crítica con perspectiva histórica.
Uno de los mejores deseos que podríamos tener a nivel público es una comunidad intelectual cada vez más sensata y comprometida con las necesidades de la sociedad.
Deberían existir sanciones para aquellos que juraron velar por sus ciudadanos y que los abandonan sin cumplir la ley.
El uso de la historia como sensacionalismo, con tintes amarillistas y para mover sentimientos o emociones es más que ruin.
Los nuevos alcaldes están ya tomando protesta de ley para iniciar a trabajar el 1 de enero próximo y, para hacerse notar desde ya, han puesto empeño en sus ceremonias.
¿Es adecuado entonces que prácticas reprobables continúen solo porque dan identidad?
Desde que López Obrador está en la silla presidencial, en promedio, matan todos los días a 94 personas en el país.
El discurso es el mismo en todos lados; vayan viendo cómo obtener recursos.
Estamos rodeados de vestigios de nuestro pasado, con los cuales convivimos sin saber inclusive que allí están.
Muchos casos de violencia extrema en contra de mujeres se atienden, con esfuerzos mínimos de las autoridades.
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